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Crítica de Kuroi


Kuroi
15 November 2023
Tenía ganas de leerme este libro porque me daba la sensación de que iba a ser tierno y lleno de enseñanzas que podría aplicar en la vida diaria.
Ha sido un poco agridulce.
Veréis, según cuenta la leyenda, existe una cafetería en Tokio que tiene un secreto particular, y es que si te sientas en una silla concreta mientras te tomas un café, puedes volver al pasado. Siguiendo una serie de reglas, cada una más engorrosa que la anterior; puedes reunirte con otra persona que haya estado mínimo una vez en esa cafetería. Acompañado de otras normas como no poder levantarse de la silla porque te devolvería al presente de golpe, no obligar por la fuerza a la fantasma que siempre está sentada ahí (es decir, que tienes que esperar a que se levante para ir al baño, gracioso fue el dato que me dieron que los fantasmas sí mean jaja) y tristemente (en la mayoría de los casos) hagas lo que hagas, digas lo que digas en el viaje al pasado, el presente no cambiará una vez te termines el café antes de que se enfríe.
Parece todo puesto en contra y hace que mucha gente se replanté su necesidad brusca de viajar al pasado, ya sea por arreglar una disputa, cumplir con una promesa, reunirse con alguien... A simple vista no compensa mucho viajar al pasado, y para colmo solo puede hacerse ese viaje una vez, lo cual hace que se te quiten incluso más las ganas.
Porque si el presente no cambia, qué sentido tiene viajar al pasado.
He de decir que un viaje al pasado no entraría dentro de mis fantasías o ilusiones por la pega de no alterar el presente. Pero aunque este no cambie, las personas que viajan sí, y eso es lo que me ha gustado del libro.
Ha sido una lectura tierna, llena de sabores agridulces pero de lo que creo que ha pecado el autor Kawaguchi es de repetir las reglas de la cafetería demasiadas veces. Entiendo que Kazu (la que se encarga de servir el café a esos clientes que quieren viajar) les explique en detalle cómo funcionan las reglas, pero el narrador omnisciente no tiene la necesidad de recordarlas cada cuatro páginas.
Se me hizo un poco repetitivo y me daba la sensación de que el libro se quedaría en menos páginas sin tanto relleno.
A pesar de ello y contra todo pronóstico (aunque a mitad del libro ya me iba oliendo quién era la niña con cola de caballo y pinza roja) el último capítulo de los cuatro que hay me ha dejado con el corazón muy vulnerable y se me han humedecido los ojos, no al punto de llorar; pero ha sido un capítulo maravilloso y que da un sentido totalmente diferente a la famosa silla de la cafetería.
Novios
Marido y mujer (ha sido demoledor por lo real que lo hizo parecer, mis felicitaciones al autor)
Hermanas
Madre e hija (el mejor capítulo para acabar la obra, sencillamente maravilloso)
Una silla
Un café
Un viaje que cambia el presente pero no lo cambia a la vez, paradójico pero quien haya leído el libro pensará igual.
Recomiendo este libro cuando quieras tomar un descanso, acurrucarte en tu cama (o donde sea que esté uno cómodo/a/e), tomarte un té o café y disfrutar de esta suave novela cozy que solo tiene una gotita (nunca mejor dicho) de fantasía pero los problemas cotidianos. Además hace poco me enteré que este es el primero de cuatro (que yo haya visto). Yo creía que los que tenía son autoconclusivos, pero resulta que son una continuación. Es un dato importante que hay que tener muy en cuenta. Espero que el segundo libro no tenga la misma cantidad de relleno que el primero y gane más desarrollo de narrativa. Pero, mientras tanto...
Dime, ¿quieres un café? Pues tómatelo, antes de que se enfríe.
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