Las siete lunas de Maali Almeida

Menudo viaje ha sido «Las siete lunas de Maali Almeida». Cuántas emociones, cuántas reflexiones, cuánto conocimiento. Os lo adelanto ya: me ha gustado muchísimo.

En el 83 estalló en Sri Lanka una cruentísima gu3rra civil que se alargaría hasta bien entrado el s. XXI. Una gu3rra de intereses de los poderosos en la que mur1ó y desapareció multitud de gente inocente. Los escuadrones de la muert3 se deshacían de aquellas personas que molestaban y, de paso, las que se encontraban en el momento equivocado y el lugar equivocado. Por tanto, esta es una historia de ficción por su fantasía, pero lo que cuenta no pudo ser más real. 

Este telón de fondo es el que utiliza Sheehan Karunatilaka para crear esta historia de mu3rte y vida. Una historia profundamente arraigada en la historia, cultura y mitos esrilanqueses que me ha abierto los ojos a una parte del mundo de la que no sabía nada de nada. Una sátira afiladísima que no se contenta con hacer un retrato de un conflicto que asoló un país y a su gente, sino que aprovecha para ofrecernos reflexiones sobre el sentido de la vida que se me han quedado clavadas.

Es verdad que a veces es denso, que su estructura y ritmo es a veces confuso. Que va y viene mucho, que tiene multitud de conceptos culturales y mitológicos que nos son completamente ajenos (por otro lado, ya es hora de darle una oportunidad a estas historias, que parece que nos asustamos en cuanto tenemos que hacer un poquito de esfuerzo en comprender una cultura que no conocemos). Pero es que aún con eso he disfrutado muchísimo el libro. Está escrito con esa frescura, con esa ironía, con esa acidez que me encanta. 

Y ya no solo con esta historia; también me quedo dentro a sus personajes: a Hermanito, a DD, a Jaki, al ateo fantasma, a la doctora Ranee. Y por supuesto, a Maali Almeida: fotógrafo, ludópata, put*ón. Y, por supuesto, cierro este libro con una certeza: la del horror de la guerra y la cantidad de vidas inocentes que se perdieron en Sri Lanka. La de los desaparecidos cuyos seres queridos nunca volvieron a ver. La de los poblados arrasados, los niños soldados, los que quisieron un país mejor, los que quisieron vivir su vida con tranquilidad. La de la crueldad humana cuando se juega con el poder.