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Crítica de IvanValenciaA


IvanValenciaA
28 August 2020
Nota previa: lo que aquí escribo es apenas una aproximación inconclusa al libro de Joyce. Este texto fue pensado como trabajo universitario por lo que está plagado de las formas y vicios propios de este ambiente, por ejemplo, las citas.
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Irlanda es un pueblo extraño, de leyendas, de conflictos religiosos, que es difícil de entender, un pueblo de genios de la escritura y el arte. Quizá lo que conocemos de Irlanda lo conocemos a través de la literatura y de la mirada que los ingleses se han formado acerca de Irlanda y que han compartido al resto del mundo. Entre las obras de la literatura que nos hablan de Irlanda y gozan de carácter universal, sin duda alguna, se encuentra la obra del escritor James Joyce. Aunque, como decía Borges, quizá Joyce, más que Irlandés era Dublinés. Pues bien, Dublín se hace universal en la obra de Joyce.

Joyce nació en 1882 en Dublín y murió en 1941 en Zúrich. No tuvo una vida sencilla. Viajó por toda Europa buscándose la vida como escritor y buscándose la supervivencia como hombre. Fue un autoexiliado de su país pero siempre llevó a Irlanda y a Dublín consigo. Como mencionó Borges en una conferencia dada en 1960: "Joyce se llevó a Irlanda, a su Irlanda, consigo. Además, él ya dijo que el destierro es un arma. Es decir, que quizá para que él escribiera esos dos libros tan profundamente irlandeses, el Ulises y el Finnegans Wake, fue necesaria la nostalgia, fue necesario el estímulo y el acicate, y esto Joyce lo supo" (2018, Pág. 210).

Es preciso mencionar dos cosas al respecto. La primera es que lo mencionado por Borges también aplica para el libro que hoy nos convoca, un libro profundamente irlandés, y más precisamente, un libro profundamente dublinés: Dublineses. A propósito es pertinente una sentencia de Juan Manuel Roca que hace poco encontré como epígrafe en algún mal texto: “La ciudad se vuelve nuestra a partir de un hecho recíproco: como el caracol que lleva a cuestas su propia casa, el hombre moderno lleva la ciudad en su adentro, el mapa que lo habita y lo recorre. Decir ciudad implica decir herida, decir ghetto o laberinto […].” Así llevaba Joyce a Dublín.

La segunda cosa que quiero mencionar es que el exilio de Joyce fue un autoexilio. Como menciona Borges (2018) “él mismo dice en el Retrato del artista adolescente, una novela evidentemente autobiográfica, que se propone dejar a Irlanda y trabajar con tres armas, esas tres armas son el silencio, el destierro y la astucia” (Pág. 209). Joyce, pasados los 20 años, se marchó de Dublín, regresando solo en algunas ocasiones y por motivos de fuerza.

Es importante mencionar estos aspectos pues frente a Dublineses nos damos cuenta de la importancia de la ciudad y sus habitantes en la obra de Joyce. Como señala Eguiarte (2011) “Dublineses es un microcosmos en el que queda plasmado el macrocosmos de la humanidad, y los diferentes Dublineses que aparecen a lo largo de la obra son estereotipo de muchas pasiones, inclinaciones y deseos” (Pág. 33). A la ciudad llegan todos y llega todo, la ciudad no es una masa uniforme, es variable, se mueve, es diversa. Y en los sujetos que la habitan la ciudad se configura en espacio interior. Como señala Gastón Bachelard: “El espacio no es más que un ¨horrible afuera-adentro […]¨ en ese espacio equivoco el espíritu ha perdido su espacio geométrico y el alma flota”. La ciudad es un estado del alma.

Respaldando esta visión, y añadiendo un nuevo elemento a la hora de analizar Dublineses, Valenzuela (2019) dice que: "su poética del cuento, visible en Dublineses (1914), le demostró al lector que cualquier aspecto de la vida podía convertirse en un cuento, como en Chejov, y que la vida en las ciudades empezaba a convertirse en el centro de la atención de los escritores europeos."

Este autor resalta también la importancia de la ciudad en la obra de Joyce y nos señala un nuevo elemento fundamental: la cotidianidad. Como veremos en los cuentos de Joyce prima lo cotidiano, pero lo cotidiano está atravesado por extraordinario, por la epifanía. Contreras (1992) define así la epifanía en Joyce, y especialmente en Dublineses: "la epifanía es una pequeña explosión de realidad en el texto, en la que ésta se nos hace tangible, y se nos revela como poseedora de una verdad intrínseca que el escritor puede llegar a desentrañar a través de la magia verbal. Por cierto que se trata de un efecto presente, en un grado u otro, en toda literatura; sin embargo en Joyce aparecía como un fin en sí mismo, como lo propio del quehacer literario" (Pág. 358)
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En efecto, y como quiero que veamos más adelante cuando hablemos de los cuentos que componen el libro, los personajes de Joyce, aunque cotidianos y comunes, enfrentan pequeños momentos de revelación, destellos de verdad que aparecen ante sus ojos y redefinen los senderos de sus vidas que regularmente quedan ocultos al lector, la epifanía se complementa con la elipsis. Pero la elipsis en Joyce no es la misma que en Hemingway; Joyce como Chejov toma fragmentos de la realidad y los muestra en su literatura, no hay ocultamiento intencional, solo fragmentos que preceden y suceden al fragmento narrado y que el lector debe escrutar en la realidad.
Albán (2004) menciona, a propósito de un ensayo que Joyce leyó en 1904 ante la Asociación de Historia y Literatura de la University College de Dublín llamado Drama y Vida, que “la tarea del escritor es, según Joyce, la de pintar de la manera más precisa el mundo, si lo que se pretende con ello es describir toda la complejidad del hombre moderno” (Pág. 40). No hay mejor manera de describir el trabajo de Joyce y Chejov como este que menciona Albán de paso: el trabajo de pintores. El pintor plasma fragmentos de realidad en sus pinturas, y eso, precisamente, hacen estos escritores, pero sus materiales son diferentes y más versátiles, quizá más complicados y a veces limitados: las palabras.

Pero retomemos el tema de la epifanía y relacionémoslo con lo que se ha dicho acerca de la realidad, de lo cotidiano, de Dublín y su universalidad en la obra de Joyce. Albán (2004) menciona que “toda la obra de Joyce es el testimonio de la aplicación de este recuso poético y puede incluso afirmarse que Dublineses es una prolongada secuencia de epifanías” (Pág. 42). Más adelante continúa Albán (2004) y nos entrega esta lectura que vale la pena reproducir: "la marca epifánica es justamente el residuo dejado en el instante del encuentro súbito e inesperado, es el desorden de lo instantáneo en el que se desgarra la trama continua y uniforme de las causalidades. La manera abrupta e inesperada en que terminan las distintas narraciones, marca el carácter definitivo de las situaciones en las que se ven atrapados los personajes. No hay solución posible frente a los hechos súbitos y enigmáticos en los que estos se ven envueltos, como no hay salida posible de la ciudad que se cierra como un laberinto sobre sus habitantes, que como prisioneros asisten día a día a su propia degradación"

Con esto ya he mostrado algunos elementos que me parecen importantes para abordar este libro de relatos de Joyce. Pero como anécdota, quiero contar algo que puede ayudar a arrojar luz sobre las intenciones de Joyce en Dublineses y su proceder como escritor. Contreras (1992) dice que “Dublineses era algo así como un pequeño taller alquímico que había servido a su dueño para probar la veracidad de una fórmula” (Pág. 358). Y complementando esta mención recuerdo algo que menciona Borges (2018) en su conferencia: "Joyce había escrito el libro Dubliners y luego pensó en agregar un cuento a la serie. El argumento de ese cuento era asaz sencillo, o que pareció sencillo, o que le pareció sencillo a primera vista. Joyce pensó en un personaje bastante común, Leopold Bloom, un judío bastante perdido en Dublin, y en un día de ese hombre" (Pág. 212).

Evidentemente este cuento no llegó a hacer parte de este libro, años después se extendió y se convirtió en el Ulises, la obra que inmortalizó a Joyce.



Referencias

Albán, F. (2004). Dublineses: el arte de la epifanía. Revista andina de letras. (18), pp. 39-45.

Borges, J. (2018). Conferencia sobre James Joyce. Universidad Nacional de la Plata, 1960. Variaciones Borges. (45), pp. 207-220.

Contreras, G. (1992). James Joyce y la frustración de la realidad. Estudios Públicos. (45), pp. 357-363.

Eguiarte, E. (2011). Dublineses como ciclo de cuentos. Interpretextos. (6-7), pp. 25-54.

Valenzuela, J. (2019). Genealogías literarias: el realismo de Dublineses de James Joyce y su influencia en la generación de narradores peruanos de los 50. Desde el Sur, 11(2), pp. 217-226.
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