Somos los mismos hombres y mujeres, con los mismos deseos y los mismos miedos que hace tres mil años, solo cambian las formas
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Somos los mismos hombres y mujeres, con los mismos deseos y los mismos miedos que hace tres mil años, solo cambian las formas
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Marta miró la estampa que tenía antes sí y se sintió fuera de lugar. Era una blanca, una europea, en medio de un bosque tropical rodeada de gente con la que no compartía nada, ni ideas, ni creencias ni el concepto de la vida, y a la que no era capaz sino de contemplar con escepticismo, o peor, con la breve curiosidad de una turista, y a la que solo recordaría si tenían la suerte de pasar ante el objetivo de su cámara de fotos. Se sintió extraña y fisgona. Se sintió mal.
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Un fracaso solo es si tú dejas que lo sea. Yo más bien lo definiría como una oportunidad de cambio para la que hay que esperar un poco más”
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—A menudo nos olvidamos del momento—dijo con la vista clavada en el cielo—. ¿Qué es la felicidad? A veces la respuesta es tan simple como describir lo que pasa ante los ojos. Marta sintió sus dedos colarse entre los suyos. Él le apretó la mano y ella le respondió. —Felicidad, sin pensar en... —susurró al viento él. —Sin pensar en nada más —completó ella. —El viento, el rumor de los árboles. —Los pájaros. —El olor de la tierra. —La bruma matinal. —El vuelo de la libélula. |
Los vietnamitas son gente paciente, hay veces que un día se convierte en una semana sin ningún problema.
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—El ser humano, ese enorme desconocido. Nunca sabemos de lo que somos capaces hasta que lo hacemos. Por eso algunas familias se sorprenden tanto de las decisiones de sus seres queridos —añadió meditabundo.
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