Leer esta novela me hizo sumergirme en el mundo en vías de desaparición de las casas nobles y señoriales británicas de la primera mitad del siglo XX. Cuando las grandes fortunas de las familias de rancio abolengo fueron dejando paso a los nuevos ricos, en su mayoría norteamericanos, los miembros del servicio de esas casas tuvieron que adaptarse a un nuevo mundo. Y es entonces cuando Stevens, nuestro narrador y protagonista, inicia un viaje a través del país, instigado por su nuevo señor, que es a la vez de descubrimiento y de reflexión, para ir a visitar a la señora Benn, antigua ama de llaves de Darlington Hall. Stevens es un personaje que resulta inicialmente bastante pedante, pero con el paso de las páginas le coges cariño y te genera mucha ternura descubrir como ha construido su vida en torno a un ideal, obligándose a renunciar a muchas cosas en un proceso de autoengaño progresivo. Con apenas dos o tres personajes, maravillosamente perfilados, Ishiguro nos habla de política, de las costumbres del “up & down” de las casas nobles, de amor y desamor, de “dignidad”, de profesionalidad, de equivocaciones. Es una oda al arrepentimiento, en la que nos damos cuenta de que a pesar de que Stevens es consciente de todo lo que ha vivido aún trata de engañarnos, de autoengañarse, para poder seguir adelante y vivir “lo que queda del día”. ¿No es un poco lo que hacemos todos en ocasiones? |