Helechos

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Es increíble lo que puede cambiar la vida en un año y eso hablando de un año normal, si nos ponemos a pensar en el último año el cambio ha sido mucho más impactante y escalofriante.

Me he preparado una taza de té con leche, muy caliente, con la intención de que me reconforte y me tranquilice. He leído este relato a sorbitos a lo largo de una mañana y mientras hago lo mismo con la taza de té me pongo a pensar. Mi cuerpo empieza a recuperar el calor y las preguntas acuden a mi mente sin parar. ¿Qué me parecería esta lectura hace un año? ¿Me hubiese impactado de igual manera? ¿Me hubiese dejado el mal cuerpo que tengo ahora mismo? ¿Qué puedo esperar de lo que vendrá? ¿Dejo que me invada la esperanza o todo lo contrario?

Hace un año leería este relato como si fuese ciencia ficción. Me fascinaría la imaginación de la autora y por dentro me reiría un poco porque no me parecería ni real ni probable. Pero en el último año las cosas han cambiado demasiado. Lo que me parecería impensable, lo que me parecería un mal sueño, ahora es real. Ahora es real y por eso la lectura ha sido totalmente diferente.

He llegado al punto final y ha sido un camino complicado. Por el camino he hecho muchos descansos y eso que es solamente un relato... He sentido agobio y claustrofobia. Me he pasado la lectura incómoda, con los pelos de punta, en alerta, en tensión. Me he pasado la lectura sintiendo que yo era la narradora y eso hace un año sería impensable pero ahora mismo cualquiera podríamos ser esa narradora. Esa narradora que se abre en canal y nos muestra lo que le ocurre tanto mental como fisicamente. Esa narradora que nos habla de las raíces que la mantienen con vida, el tronco que le mantiene en pie y las hojas que le permiten respirar. Esa narradora que entre tanta oscuridad encuentra luz. Una luz doble, su unidad familiar y la naturaleza.

El amor que siente la autora hacia la naturaleza atraviesa las páginas, se palpa en cada palabra y lo contagia. He llegado al punto final con la sensación de que necesito escaparme al bosque, permitir que las hojas de los árboles rocen mi cara, respirar aire puro y, al fin, conseguir reconfortarme.
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