La hora de las gaviotas

La novela de Ibon Martín me ha recordado al Cola cao con leche fría, por muchas vueltas que le des la mezcla no se disuelve bien, siempre quedan grumos, pero tu te lo bebes igual porque está fresquito.

Maltrato, eta, machismo, explotación sexual son demasiados frentes abiertos que el autor no termina de empastar, suena todo raro, estridente, como el dulce cantar de una gaviota.

Nuevo caso de la inspectora Cestero y su banda que nada tiene en común con La danza de los tulipanes, alguna referencia leve que en nada afecta a la historia, incluso, están de más.

Las descripciones de los paisajes son muy logrados, aquí el autor se mueve como pez en el agua, su narrativa es cuidada, el ritmo adecuado, pero argumentalmente, la sobrecarga satura la línea sagrada entre escritor y lector, y eso me ha provocado cortes en la red en más de una ocasión.

Como el festival del colegio, todo muy bonito, muy guapos, divinos de la muerte hasta que se ponen a cantar y cada voz va a ritmo y volumen distintos, ninguno coincide, pero oye que monos todos.

Thriller del montón, el caso principal es muy fojito, no impacta y lo mejor acontece siempre fuera del mismo, en el drama personal de algunos de sus personajes.

Hay que reconocer que Martín es de los que escribe bien, y eso se agradece, sin embargo los asesinatos y sus motivaciones son demasiado pobres, y los giros muy forzados y algo rebuscados.

Se deja leer, pero que nadie espere grandes acontecimientos, no los hay, y dudo mucho que sea un libro que la memoria tenga a bien de recordar.

Compre una batidora don Ibon, o caliente un poco la leche para que todo mezcle mejor.

Regulin regulero.