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Crítica de Guille63


Guille63
10 March 2023
No es raro que pase por nuestra mente la famosa novela de Lionel ShriverTenemos que hablar de Kevin” en algún momento de la lectura de esta novela, pues es, como ya muchos habrán adivinado, una novela sobre los hijos, sobre el deseo de tenerlos, sobre las conexiones que con ellos establecemos, sobre la responsabilidad que asumimos o nos echamos encima en la conformación de su personalidad, …

“Supongo que todos somos producto del gozo y el sufrimiento de nuestros padres. Sus emociones permanecen grabadas en nosotros del mismo modo que la huella de sus genes.”

… sobre el horror de perderlos, sobre el orgullo o la decepción y hasta la aversión que nos puede provocar su conducta, sobre la facilidad con la que nos engañamos acerca de sus virtudes y defectos, sobre como todo ello afecta a todas nuestras facetas de la vida.

Paralelamente, también es una novela sobre el amor, la amistad, la memoria, la forma en la que construimos la historia de nuestra vida…

“Los recuerdos de las personas mayores son distintos de los de los jóvenes. Lo que a los cuarenta años nos parece vital bien puede haber perdido su importancia a los setenta. al fin y al cabo, nos inventamos historias a partir del fugaz material sensorial que nos bombardea a cada instante, que no es sino una serie fragmentada de imágenes, conversaciones, aromas y contactos de personas y cosas. La mayor parte de esta información la eliminamos para así vivir en algo parecido al orden, y seguimos barajando una y otra vez nuestros recuerdos hasta que morimos.”

… la locura y aquellos comportamientos que alguna vez fueron lamentablemente tratados como tales, sobre aquello que nos hace o no humanos, …

“Establecer una equivalencia entre el horror y lo inhumano siempre se me ha antojado como algo a la vez cómodo y falaz”

… y, claro está, el arte. El arte tiene una especial relevancia a lo largo de toda la novela y se plantea desde la forma de expresarse a través de él, sus límites, el desarrollo de su creación, hasta la forma de observarlo, de interpretarlo y lo mucho que nuestros sentimientos e ideas inciden en ese proceso.

“…una pintura se convierte en sí misma en el momento de ser contemplada”


“¿Quieres decir que cualquier cosa puede ser arte si la gente así lo dice? ¿Incluso yo? —Exacto. Se trata de una cuestión de perspectiva, no de contenido.”

En este sentido, guarda un gran paralelismo con su obra posterior “El mundo deslumbrante”, novela que me gustó mucho más que ésta a pesar de que también contenía detalladas y largas descripciones de obras plásticas que a mí me dejan del todo frío, en parte porque soy incapaz de imaginármelas y en parte porque soy muy escéptico con todo lo relacionado con el arte moderno.

“La detención de Giles alteró drásticamente la percepción de su obra. Cosas que hasta entonces se habían interpretado como una sagaz disquisición sobre el horror comenzaron a percibirse como las sádicas fantasías de un asesino. La peculiar insularidad del panorama artístico neoyorquino había logrado a menudo mostrar lo obvio como sutil, lo absurdo como inteligente y lo sensacionalista como subversivo. Todo era una cuestión de «afinar el mensaje».”

Tanto es así que varias veces estuve tentado de abandonar en el para mí larguísimo —un tercio de la novela— preludio a la historia que es toda la primera parte. Afortunadamente persistí, cosa que tengo que agradecer a que esta lectura no la realicé en solitario, porque a partir de aquí la cosa cambia radicalmente y a mejor, a mucho mejor.

La segunda parte se inicia con un trágico hecho, y es muy de agradecer la inteligencia y delicadeza que la autora muestra al tratarlo, tan fácil de empujar al escritor menos hábil o respetuoso con el lector por el precipicio de un sentimentalismo de lagrimita fácil. También es digno de admiración su talento para construir el crescendo de tensión y suspense que es la parte final de la novela, un inquietante thriller que te agarra y no te suelta hasta casi el final.

En definitiva, que las tres estrellas podrían haber sido cuatro perfectamente. Qué sé yo, quizás, como el amor, también los libros necesitan su distancia.

“Siempre he pensado que el amor prospera si se le somete a cierta distancia; que exige una cierta separación respetuosa para perpetuarse. Sin ese aislamiento imprescindible, las minucias físicas del otro llegan a adquirir una magnitud odiosa.”
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