El verano sin hombres

A Mia Fredicksen su marido le pide una pausa en su longevo matrimonio. Una “Pausa” que es veinte años más joven que ella, con más pecho y que trabaja junto a Boris, el marido, en su mismo laboratorio. Para alejarse de esa situación, y recuperarse de la psicosis reactiva que esta le provoca, Mia se muda Bonden, la ciudad de su infancia en la que todavía vive su madre. Este “verano sin hombres” que Siri Hustvedt narra en esta novela nos muestra las relaciones de Mia con su madre y su grupo de amigas, los viejos Cisnes; de Mia con su vecina y lxs hijxs de esta; de Mia y el grupo de preadolescentes a quienes da un curso de poesía; y de Mia contigo, lectora.
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Estuve leyéndome este libro en los trayectos diarios que tengo que hacer cada día en el autobús para ir al trabajo, y cada uno de esos pequeños momentos era una inmersión total en la vida de Mia y sus reflexiones acerca del amor y el matrimonio, las relaciones interpersonales, el acoso escolar, la vejez o la desigualdad de géneros. Reflexiones que se plantea la propia autora, una persona inteligentísima a la que descubrí un poco más gracias a María Bastarós y su charla en ‘Oh, Diosas Amadas”.
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“Puse el ejemplo de una grieta abierta entre la percepción que tenemos del mundo externo y la propia sensación de nuestra realidad interna, de los malentendidos que a veces pueden marcar nuestra relación con los demás, de ese sentimiento que tenemos la mayoría de nosotros de custodiar un ser oculto en nuestro interior, ese ser solitario enfrentado al ser social”.
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Es un libro del que me ha interesado absolutamente todo. Cada una de las mujeres que aparecen me ha cautivado y me he visto reflejada en muchas de ellas. He profundizado en reflexiones que ya me interesaban y he descubierto otras nuevas que nunca me había planteado. Y, sin querer darle una importancia superior respecto a los otros temas que toca el libro, he empatizado mucho con la concepción del amor de la autora. (Aquí una fan de las lecturas en las que se habla del amor).

“La pareja envejece y cambia, y uno está tan acostumbrado a la presencia del otro que la vista deja de ser el sentido mas importante. (…) La mía no era una ceguera voluntaria ante una nueva atracción, sino la que surge con la intimidad forjada a lo largo de los años y de vidas paralelas, con sus laceraciones y sus bálsamos”.
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El estilo de la autora, en ocasiones con apelaciones directas a la Lectora/Lector, también ha jugado un papel fundamental en hacerme disfrutar de ese continuo vaivén de relaciones entre mujeres, y al que volveré dentro de poco porque Siri Hustvedt se ha ganado una nueva admiradora.