Adiós, pequeño

“No todo pasa. La vejez ha venido para quedarse. Y me entristezco todavía más por haberlo sabido tantos años después” ~ Adiós, pequeño de Máximo Huerta.

Siempre he dicho que cuando nuestros padres se van y nos quedamos huérfanos, además de perderlos a ellos, nos perdemos también a nosotros mismos; perdemos ese niño que vive en nuestro interior y que a veces nos da la sensación de que aún podemos tocar en el tiempo; cobramos consciencia de que ya nadie nos va a recordar de niños, ya somos adultos para el mundo que nos rodea y nuestra imagen de niños se desvanece con su partida.

Por ello, me he sentido identificada con esta historia autobiográfica de Máximo y esa búsqueda y despedida del niño que fue. Lo hace abordando la muerte de sus progenitores, sobre todo de su madre, con quien él se ha volcado desde que era un niño y la veía como una persona infeliz a la que debía proteger.

La historia se lee en dos momentos. La primera parte se centra en su madre, en el presente y en el pasado. La segunda, en su padre, un hombre más lejano, quizá perdido en los sueños que no vio cumplidos por las obligaciones contraídas.

Un viaje desde los años 70 hasta la actualidad; un viaje a la infancia pero también a la vejez, a la muerte y un canto al amor, a la diversidad y a los derechos ganados. Son muchas cosas las que Máximo ha incluido en este libro; tantas que he señalado montón de frases. Os dejo algunas:

“Hoy no se trata de «ames a quien ames» y esas mandangas de amor romántico. Es el día de conjugar el verbo SER. Porque antes del amor llegó el insulto, cuando ni siquiera sabíamos qué significaba”

“Esto va de ir apagando luces, de acostumbrarse a perder, a despedirse”

“Envejecer es para valientes, mamá.”

“La inmortalidad solo reside en la infancia”