Todo libro tiene siempre alguien que lo ame
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Todo libro tiene siempre alguien que lo ame
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Cuando intentaba imaginarse algún tipo de plan, un futuro, lo único que le venía a la cabeza era una palabra: "Inútil". Las ambiciones de hombres obstinados y llenos de odio se habían apoderado de ella y la habían arrastrado a cruzar fronteras, y, ahora, un nuevo grupo de hombres ambiciosos había cogido el relevo.
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Asesinatos en la naturaleza; asesinatos en la gran ciudad. Son cosas distintas. La mayoría de los asesinatos en el campo se produce por la tarde, para empezar; en la ciudad, por la noche. El asesinato del campo está rodeado de más sinceridad, se materializa a plena luz de día. Y su planificación es breve y directa, un compromiso al que se llega casi por casualidad. No hay forcejeo alguno con el diablo, y tampoco un gran escándalo por lo que a la ocultación se refiere.
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En otras ocasiones, cuando estaba solo, pensaba en que eso del matrimonio era realmente un asunto impredecible. Buena suerte si funcionaba, mala suerte si no.
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Siempre era una palabra poco fiable. Jamás tendría que pronunciarse. Una palabra como siempre podía acabar matando gente.
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Las promesas podían irse al infierno; eran como piedras colocadas a modo de fronteras que soportaban todo tipo de condiciones climatológicas y cambios de estaciones, que no se alteraban, aunque todo lo que las rodeaba se estuviese alterando a diario.
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No me abandones. Sí, ya sé que estoy un poco loca. Pero no me abandones. Por favor.
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-¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!-
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Pero no había recibido ni una sola carta, por mucho que lo anhelara, y cuando daba media vuelta para regresar a casa lo hacía meneando la cabeza y reprendiéndose por su estupidez. «Mi destino es estar solo», se decía.
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Para Tom la felicidad era como un fugitivo; cuando aparecía, había que animarla para que cogiera confianza, alentarla. Si se mostraba excesivamente estridente, se retraería entre las sombras, quizá para siempre.
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Gregorio Samsa es un ...