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Un libro de romántica histórica, con algo más de sustancia de lo habitual. Lo que menos se esperaba Bárbara tras el fallecimiento de su tío, era que le pusiera un tutor. Con acasí veintitrés años, se sabe más que capacitada para controlar su fortuna y también hacerse cargo de la fábrica familiar, y prueba de ella es su actitud hacia el administrador de su tío. Al igual que ella, Alan no esperaba tener que hacerse cargo de una pupila, menos cuando no lleva una vida demasiado apropiada para lo que necesita una niña. La sorpresa de ambos tras algunos malentendidos es uno de los momentos más cómicos del libro. Ni el tutor es un anciano, ni la pupila es una niña. A partir de aquí van apareciendo secundarios imprescindibles para el desarrollo de la trama. Esta además de la relación entre los protagonistas que no puede ser más interesante, si una es terca el otro lo es más, se completa con el misterio y la superstición que rodean a una esmeralda que recibe Bárbara en herencia. El desenlace final es digno del carácter de la protagonista, ella jamás se quedaría quieta esperando que un hombre solucione sus problemas. De lectura fácil y amena, y además muy bien escrito. |
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