Marilyn. Una biografía

Yo fui una niña criada por su abuelos, pero con un claro sentimiento de pertenencia a un hogar en el que dos adultos con caracteres y formas de vida muy diferentes hicieron lo imposible por dar, sin reservas, amor y todo tipo de peticiones extrañas a aquella criatura que habían dejado en sus brazos. Muy pronto aquella que fui empezó a hablar -mucho, muchísimo- y a preguntar -aún más-. Las tardes de mi infancia podrían condensarse en una selección de películas en blanco y negro, de la época dorada de Hollywood y varios mitos obsesivos que pronto mi abuelo condujo de la pantalla al papel.

Uno de los personajes que más cautivada me tenían era Marilyn Monroe, por la que sentía una enorme piedad y a la que intuía encerrada en una soledad de vitrina, que se me antojaba un infierno. Supe de su niñez, como Norma Jeane Baker, en casas de acogida y una prematura boda que le permitiera escapar de la prisión del orfanato para encerrarse en la del matrimonio. Y el trabajo en el que le toman unas fotografías, sus inicios como modelo, los desnudos que le dieron de comer y de los que nunca se avergonzó. Norma floreció en Marilyn y Marilyn devoró a Norma. Empezó la tiranía de los estudios, los profesores celosos y los maridos idiotas. El desfile de psicoterapeutas que combinaban barbitúricos para no soñar con fármacos para rendir en los rodajes. La belleza se convierte en una condena. La endometriosis hace que se encadenan los abortos. Los hombres la consideran solo un objeto y nadie cree en su talento como actriz, hasta el punto de llevarla a dudar de sí misma. Esta rubia, que atesoraba una biblioteca de más de cuatrocientos volúmenes, nunca fue ninguna tonta. Ganó el pulso a la inhumana industria cinematográfica y consiguió la inmortalidad. Sin renunciar a su sexualidad, a sus inquietudes, sin avergonzarse de sus miedos y sin esconder sus orígenes.

Con sus luces y sombras, y a todo color, nos acompaña a lo largo de su biografía, Marilyn (Lumen, 2020), la maravillosa @mariahesse, que se emociona y nos conmueve, mientras nos imaginamos caminando, como si nuestra nuca estuviera prendida a una nube, por el paseo de la fama, de estrella en estrella, desde donde Marilyn se proyecta, eterna, por y para siempre.
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