Ángeles de la oscuridad

Ella era mi ángel.

—Ya han hecho mucho por ti –dije riendo y ella se sonrojó–. ¿Si voy con él tu estarás ahí?
—Siempre estaré ahí –contestó– ¿recuerdas? Siempre habrá un ángel cerca para cuidarte.

Era la razón por la que muchos perdían la cabeza. Ella era mi razón para perder la cabeza.

Tu hermano pudo haber regresado a la vida, pero sin dudas tú no tendrás la misma suerte. No temas, vine por tí.

—Los ángeles tienen alas –siguió hablando, pero no entendí a qué se refería.
—Debes ser un ángel entonces –me burlé, pero ella parecía seria– al menos eres tan hermosa como uno.

—¿Por qué siempre me miras tanto? –preguntó luego de un largo silencio.
—Yo... –me sonrojé un montón y no pude evitar desviar la mirada.
—Es decir, tú también me pareces hermosa pero no puedo pasar todo el día con los ojos encima de ti –dijo presuntuosa y arqueó una ceja.

—¿Estás bien? –escuché preguntar al entrenador–. De no ser por Ángeles no sé qué hubiera pasado –se lamentó.
Yo solo asentí y traté de incorporarme con un poco de dificultad. Ella enseguida me ayudó y Mike me cubrió con una toalla seca antes de abrazarme con fuerza.
—Te dije que siempre habría un ángel cerca –Ángeles sonrió y me dejó a solas con mi novio.

—No temas -susurre una tenebrosa voz justo en mi oído y un escalofrío recorrió toda mi médula-, vine por tí

—No muerdo -le asegure y escuche una risita escapar de su boca.
—Jamas pensé que lo hicieras -respondio sin mirarme.

—¿Todo bien? -pregunto mientras se volvía a verme.
—No -conteste con una sonrisa- me preocupa el que creas que soy capaz de moderte.