Guía del club de lectura para matar vampiros

Anoche tuve que rendirme ante la evidencia. Este libro de Grady Hendrix me había gustado muchísimo. Había conseguido destrozar todos aquellos absurdos prejuicios que me hacía pensar en la idea de que me encontraba con un producto manufacturado a la perfección para llenar las estanterías de un público perfectamente definido. Y es que todo, desde un inicio, desde su propio título, apela a esa emoción que tenemos los lectores a los que nos gustan las historias que versan sobre los libros. Uno puede intuir que los elementos que componen esta historia están escritos para que encajen a la perfección, que está escritos para que te gusten. Y cuando todo esas habilidades narrativas se perciben desde los primeros párrafos de la historia, remarcando cada uno de sus puntos para que no te despistes en las premisas de base de la historia, no suelen ser unas buenas compañeras de viaje.
Además de eso, la historia que nos cuenta esta Guía del club de lectura para matar vampiros es una aventura que habla de mujeres. de amas de casa, para ser más preciso. Mujeres, amas de casa, en medio de la década de los noventa en un barrio residencial que desdibuja el ansiado sueño americano retorciéndolo ante tus narices y en los que tu valía como persona viene determinada por el cuidado de tu césped. Uno de esos selectos clubes en los que, para poder acceder a ellos, tienes que renunciar a tu identidad, a tus sueños, a tu individualidad como persona para pasar a ser esa ama de casa perfecta que adorna el porche de la casa de tus sueños.
Con esos ingredientes daba por hecho que la novela recorrería todos los tópicos que uno puede imaginar en esas circunstancias. No en vano, las mujeres protagonistas de esta historia se sienten infravaloradas por la comunidad, sienten que merecen un descanso de lo que son, necesitan una válvula de escape en la que nada sea perfecto y en la que, sobre todo, pueda escapar de su realidad, de sus hijos y de sus maridos, los cuales se presentan como los villanos de esta fábula.
Grady Hendrix es consciente de lo paródico de la situación y de sus personajes, exagerándolos hasta un extremo que pudieran parecer irreales. Sin embargo, en una fábula no te planteas el por qué los lobos hablan, o por qué las hojas de los árboles parecen susurrar. Aquí el autor se aprovecha de tu complicidad con la trama antes de soltarte en este extraño bosque cotidiano para que buques un lugar donde cobijarte.
Y entonces aparece la bruja. Aunque en este caso tiene forma de un misterioso, atractivo y, a todas luces, perfecto hombre de negocios al que la luz del sol le incomoda. Y todo lo que en un principio era una novela reivindicativa acerca del papel fundamental de la mujer en una sociedad patriarcal, llena de diálogos tronchantes y naturales que reflejaban el estresante día a día de unas mujeres desesperadas, se convierte en una sorprendente novela de terror.
De verdad, los momentos de tensión que consigue Hendrix en esta novela son para enmarcar. Instantes aislados en medio del día a día de una madre superada por una situación insostenible, en los que todo el horror converge en explosiones de violencia capaces de estremecer a los más experimentados. El lobo muestra sus fauces, presentándonos una manera de actuar que supone todo un soplo de aire fresco a la tan manida mitología clásica de los vampiros. Su manera de comportarse, su forma de atacar, va mucho más allá de la de buscar el sustento y purificación de la sangre, por todo lo que implica su peculiar manera de atacar. El autor lo describe con tanto cuidado y detalle que aun puedo sentir el olor, las imágenes y la erizamiento de la piel de ciertos momentos inolvidables que convierten esta novela en una grata sorpresa.
Ante esa situación la soledad de nuestra protagonista cobra nuevos matices, convirtiendo su historia en una apuesta decidida por el empoderamiento femenino que, pese a lo previsible de la propuesta, funciona. Toda una delicia que convierte a Grady Hendrix en un autor único en el panorama literario de terror actual y del que habrá que seguir la pista.