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Darle visibilidad a las niñas y mujeres que llegaron en los primeros trenes a Auschwitz. Niñas y mujeres que fueron engañadas y vendidas por su propio gobierno, para el gusto exterminador y las mentes enfermas de los nazis, de cobardes. Niñas y mujeres que provenían de pueblos y zonas rurales de la zona del este de Eslovaquia, principalmente. Independientemente de cómo se cuenta la historia, o las historias, incompletas, inconclusas, sin apenas datos o fuentes, porque no hay documentación, o porque ellas ya están, o bien muertas o aferradas en un silencio que no quieren romper, por no recordar, por intentar hacer de su silencio el olvido, como suele ser la tónica entre las víctimas del Holocausto nazi, pero que está ahí y que merece ser no sólo recordado, sino sacado a la luz. Si no le doy las cinco * es justo por ese desorden de fechas, números y nombres; pero es una crónica que merece ser leída porque, precisamente, en ese caos está el caos que fue y dejó aquella realidad.
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