Tess de los d'Urberville

¿Qué tal si, esta vez, empezamos por el final? Pocas veces me ha ocurrido que una buena historia se vea ensombrecida por un final pobremente construido hasta el punto de minorar mi impresión final de la lectura. Siempre he pensado que, si una historia es suficientemente buena, el cierre pasa a un segundo plano. Pero, ¿qué pasa cuando ocurre lo contrario?

Con Tess tuve mis más y mis menos. Adoro la escritura de Hardy y eso ya era un incentivo para mostrarme predispuesta a disfrutar de la lectura. El autor es un excelente narrador y equilibra a la perfección los sucesos de la trama con la ambientación de la Inglaterra campestre. Todo apuntaba a lecturaza.

Ahora bien, en esta historia, los personajes (que prometían mucho) me fueron desencantando con el transcurso de la historia. La propia Tess encarna la más estricta moralidad de la época, la resignación, el sacrificio y, en demasiadas ocasiones, el castigo autoimpuesto por su sentido de la culpabilidad. Tess es desgraciada y no se permite a sí misma que su vida sea de otra forma. Se siente tan poco merecedora de felicidad que, por momentos, me provocaba hastío.

Cuando ya lo daba todo por perdido, cuando ya no tenía ninguna esperanza de reconciliarme con la historia ni con sus personajes, Hardy nos sorprende con un final que nunca habría sospechado, un final cargado de simbolismo que pone el broche de oro a la historia.

Después de esto sólo me queda reconocer que, efectivamente, un buen final puede llegar a ser determinante, y que Hardy se muestra siempre brillante.