El hilo rojo: La novela que inspiró la película

Siempre me gustó viajar y camuflarme entre la gente del lugar. Inventarme una vida en cada ciudad.

Eso era lo más adictivo, atrapante. Vivir varias vidas en una misma semana.

Me gustaban los juegos de seducción, el problema era no tener claras las reglas.

Lo diferente ayudaba a despegarnos de la realidad. Estábamos viajando por una especie de vida pasada.

La envidia es la puta más barata que consigue el ego para acostarse.

Mientras más me sujetas, más miedo tengo de caer.

Nos separamos para mantener viva la fantasía de estar juntos. ¡Brillante!
¿No sería más fácil juntarse?

Ya no era una cuestión de atracción física. Algo, en nuestras profundidades, empezaba a desear que esa noche no terminara nunca.

Eran nuestros cuerpos los que estaban decidiendo. Ya no podíamos hacer nada.

Me susurró muy cerca, pude sentir su aliento en el cuello y el olor de su perfume. Supe en ese momento que jamás iba a olvidar ese olor inconfundible.