Se había imaginado deslizándose serenamente a la madurez, satisfecha y ocupada con su hogar y sus pasatiempos. Pero ahora reconocía que toda esa alegre resignación había sido una farsa, un simple autoengaño.
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Se había imaginado deslizándose serenamente a la madurez, satisfecha y ocupada con su hogar y sus pasatiempos. Pero ahora reconocía que toda esa alegre resignación había sido una farsa, un simple autoengaño.
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Nunca la habían besado así, con tanto ardor y avidez, en todos sus años de matrimonio. Era un espacio que había quedado vacío en su naturaleza apasionada.
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Tengo que cambiar de vida, pensó. No puedo seguir así. Pero cambiarla era imposible. Vio cuán fatalmente Roger, los niños y su hogar —el edificio doméstico de su vida en común— la mantenían dentro de su estructura, de manera que no podía cambiar su propia vida sin derribar la de todos los que la rodeaban.
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¿Quién escribió «Agnes Grey»?