La ruta perdida

Antes de abordar esta muy entretenida novela de disparates históricos, quien escribe siente la necesidad, una vez más, y por pura vergüenza ajena, redundar en lo ridículo que se ve fuera de cataluña la enfermiza obsesión que tienen los autores en inventar reinos.

Luis Miguel Guerra es licenciado en geografía e historia y docente. Por una cuestión tan simple como el código deontológico no debe asentar la idea de una confederación catalana/ aragonesa que solo existió en la imaginación de un "investigador" del siglo XIX llamado Antonio Borafull y que no se sustenta en absolutamente nada.

Soy valenciano.
Mi tierra ha sido entre otras: Romana, Andalusí, Almohade, Murciana y Aragonesa.
No necesito inventar un reino o una confederación para sentirme como lo que soy.

La ruta perdida es una novela que me somete a una pelea interna y sin vencedor entre el bien y el mal.

El bien en este cuadrilátero es un púgil de calzón blanco, que escribe un texto lleno de intrigas, desaires, codicia que rodean al descubrimiento de América.

En la otra esquina, misma estatura, peso y nombre pero con calzón sospechosamente marrón encontramos a un autor que miente más que habla.

Resulta que según este iluminado:

A. Isabel la Católica hizo un gran favor a Castilla usurpando el reino a su sobrina porque nadie la quería.
Claro. Por eso hubo una guerra civil.

B. Cristóbal Colón nació en Guadalajara, y fue un hijo bastardo de la familia de los Mendoza.
Hombre Luismi, por tu forma de plantearlo, el genovés y su huevo podría ser descendiente de Maradona.

C. Los templarios escupian a la cruz en un rito iniciático, de hecho uno de los personajes de la novela mantiene la costumbre.
Vamos a ver...
Si a mi me torturan como Nogaret lo hizo con ellos, juro por mi frente sin entradas que existió el reino catalano-valenciano y hasta incluso que Torrebruno era un gigante.

El libro gira entorno a la búsqueda de una carta de navegación que utilizaron los templarios como ruta a las Américas un siglo antes del viaje de Colón.
Yo no pongo en duda que esos mares fueran navegados mucho antes. Pero sí que lo hicieran los templarios.

A pesar de la quijotesca imaginación del autor, y las incontrolables veces que me he llevado las manos a la cabeza, la novela se me ha hecho corta.
Ha sido como leer al Dan Brown histórico es decir:
Demenciales teorías y una novela adictiva.

Quizá me faltó viaje. Una vez las Calaveras salen a la mar, al libro le quedan 60 páginas que para tamaña expedición de ida y vuelta son insuficientes.

Juega a favor del escritor catalán que me he divertido muchísimo con su novela, aunque su rigor histórico deja bastante que desear.

El problema es que los lectores de este género buscamos que, aun cuando se base en ideas jupiterianas, estas tengan al menos cierta lógica.

Iba a ponerle muy mala nota, pero en mi criterio predomina siempre la capacidad de absorción que un libro me genera independientemente del motivo.

Si te gustan las teorías alternativas o le das poca importancia al rigor puede que la disfrutes.

De cualquier otra forma.
No.