Estaba clarísimo que no era humano, aunque lo parece a primera vista. Y por supuesto, tampoco era una sirena, sobre todo porque se sostenía sobre dos piernas. Dos piernas que al igual que el resto de su cuerpo estaban protegidas por una férrea y aparentemente indestructible armadura qué, más que de metal, parecía estar hecha de hueso, tanto por su color como por su consistencia.
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