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Este ha resultado ser uno de los libros más bellos que he tenido el gusto de tener en mis manos. No sólo por lo que cuenta, sino también por la forma en que lo cuenta y, además por cómo lo ilustra. Conocía de su existencia por una reseña hace poco y, curiosamente, cuando lo he hojeado en la biblioteca, me he quedado muda al ver la primera ilustración. Está escrito en tercera persona, y ha sido toda una aventura poder ir con Rio y Marina a pesar de todas las dificultades que nos hemos encontrado por el camino. Porque no sólo hay una trama central solamente, hay unas ramificaciones que le dan profundidad a cada uno de los personajes: a la madre y a la abuela de Rio, con sus problemas familiares. Ya es muy complicado ser adulto y tener que lidiar con una enfermedad mental, ¿pero cómo gestionar la enfermedad de aquel que se supone tiene que cuidarte teniendo once años? Espinoso tema y maravillosamente tratado, con mucho respeto y cariño; a Marina y su padre, con esa manera tan especial de vivir y que tanto enseña; Morro Blanco y su relación con los humanos, con sus cosas buenas y sus cosas malas, dulce y cruel como la naturaleza misma. Es una lectura ágil y rápida, aunque algún que otro capítulo pueda llegar a ser muy incómodo y he llorado mucho en alguno de ellos. Os daré un par de datos más para apoyar lo mucho que me ha gustado esta lectura: al terminar de leerlo, he vuelto a empezar para disfrutar más lentamente de cada ilustración. Y cuando he acabado por tercera vez, me he ido al profesor de biología del cole de mis hijos para decirle que por favor lo lea y lo mande leer en clase. La verdad, estoy tan encantada que me voy a ver otra vez las ilustraciones, pero desde luego, como a ese pobre hombre que he pillado a contrapié saliendo del despacho de profesores, os aconsejo esta lectura a todo el mundo mayor de doce años, incluyendo a los cazadores de ballenas y los pescadores que dejan sus redes olvidadas. |
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