Todas las familias tienen un código propio, palabras, expresiones y anécdotas que se repiten, símbolos, formas de hablar y un lenguaje doméstico que los caracteriza y une. Es en ese léxico familiar y a través de él donde cada uno de los miembros es y tiene su lugar. Y justamente ese léxico es la forma que utiliza Natalia Ginzburg para mostrarnos a su familia, y con ella también su propia vida y un pedacito de la historia de un país. Puede parecer una narración sencilla, no hay trama, no parecen más que escenas domésticas, diálogos y conversaciones cotidianas, del día a día. Pero hay mucho, mucho más. Ese costumbrismo nos sumerge en la vida de una familia judía en la Italia fascista de los años 30 - 50 y, casi sin darnos cuenta, cada escena va cobrando importancia y nos llevan a conocer algunos de los acontecimientos políticos más relevantes de la época. La escritura de Natalia es precisa, cercana y con una gran capacidad de transmitir algo muy grande a través de cosas pequeñas. Merecidísima ganadora del Premio Strega (el más importante en Italia) en 1961, hay que leerla. |