Ya estoy harta de que no tengamos derecho a hacer nada, a decidir nada, como si fuésemos incapaces de formarnos una opinión por nosotras mismas. De una carta desde la trinchera… “ Es fácil decir “les ganaremos” con el pellejo de los demás”. |
Ya estoy harta de que no tengamos derecho a hacer nada, a decidir nada, como si fuésemos incapaces de formarnos una opinión por nosotras mismas. De una carta desde la trinchera… “ Es fácil decir “les ganaremos” con el pellejo de los demás”. |
Pero más allá de la ausencia y de las preguntas que me atormentaban, ya no podía ignorar que en Madrid había entrado en otro tiempo, en el que se aguarda y se espera, en el que se juega y se arriesga, en el que se acepta que vengan épocas de gracia y deseo, y, quizá también, de desilusión. Un tiempo vivo.
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Acaso, a través de enigma de las vidas ajenas, mi esfuerzo minúsculo por aclarar lo que realmente fue la existencia de todos ellos, por recrear algo del tiempo en el que aún podían amar, esperar, abrazarse y emprender, es mi manera de recordar que sigo viva.
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A lo mejor no debería aislarme de este modo, ni alejarme de mis amigos para refugiarme en el pasado. O quizá, por el contrario, sí que es necesario; acaso, a través del enigma de las vidas ajenas, y esfuerzo minúsculo por aclarar lo que realmente fue la existencia de todos ellos, por recrear algo del tiempo en el que aún podían amar, esperar, abrazarse y emprender, es mi manera de recordar que sigo viva.
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No, no fue bonita aquella guerra que envió a seres de carne y hueso, irrisorios escudos de piernas, brazos, músculos y vísceras, a enfrentarse al hierro de las máquinas para después negarse a reconocer durante años la inutilidad de la masacre que había engendrado
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—¿Y usted, Elizabeth? ¿Qué está buscando? Levanté las cejas a modo de interrogación. —No irá a decirme que son solo las ganas de leer un antiguo grimorio lo que la ha traído lejos... Por segunda vez en menos de una semana se me planteaba la misma pregunta. Con una delicadeza y consideración que me hicieron vacilar y no lucir la de nuevo. —Una pena que olvidar. |
A veces tengo la desagradable impresión de haberme convertido en un pozo de indiferencia, como si el conjunto de emociones y preocupaciones ordinarias se hubiera quedado helado en alguna parte entre mi corazón y mi conciencia.
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Señora Bathori, a mi edad, lo que cuenta es la manera en la que una se va a marchar. Es lógico no esperar nada más de la vida. Pero a su edad, es un error imperdonable. Piénselo bien antes de decirme que no.
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¿Qué medida tomó el profesor Snape para proteger la Piedra Filosofal?