Recuerda esto, Mildred, recuérdalo bien, me dijo ma antes de morir: No te rasques. Límpiate bien el culo y el meado, asómate al balcón cada día hasta que quieras apagar el sol. Lava la ropa todos los días, lávala dos veces; cuando se gaste, quémala. Y no dejes que nadie nunca te vea las llagas. Después cerró los ojos. Los párpados le temblaron por un momento. Pa le retiró la sabana y me mostró su cuerpo, ya no era moreno, se había vuelto blanco lechoso, del material del que está hecho el frío. Los pechos eran muy pequeños, como los que yo tengo, las costillas sobresalían como las de un Jesús crucificado y el pubis estaba cubierto por vello negro y muy grueso. Mira a tu ma, dijo. Mírala ahora qué ha cerrado los ojos para nosotros y los tiene abiertos hacia el cielo