Doña Bárbara

El protagonista de la novela es Santos Luzardo, un joven educado en Caracas que regresa después de muchos años a la finca familiar de Altamira, ahora a cargo suyo, que fue escenario de sangrientas peleas familiares que culminaron en el asesinato de su hermano a manos de su padre. Santos se encuentra con que la finca vecina, antes en posesión de su tío, está ahora en manos de Doña Bárbara, una mujer violenta, despótica, hermosa pero letal, que sedujo a su tío sólo para despojarlo de sus bienes. Desde entonces Doña Bárbara ha ido avanzando sobre Altamira y sus bienes con la complicidad de la ley local, ejerciendo un cacicazgo implacable desde su finca, renombrada El Miedo (sí que eres sutil, Rómulo).

Lo más fascinante de la novela, en mi opinión, es Doña Bárbara, símbolo de la barbarie (nuevamente la sutileza) y el poder violento y anárquico de gobierna los Llanos. de hecho, Luzardo piensa que “luchar contra Doña Bárbara, criatura y personificación de los tiempos que corrían, (sería) contribuir a la destrucción de las fuerzas retardarias de la prosperidad del Llano.” Luzardo representa el impulso civilizatorio, basado en la ley escrita y los alambrados.

Sin embargo, Gallegos deja en claro que el carácter violento y frío de Doña Bárbara es producto de las sucesivas violencias que ha sufrido en la vida, y que la llevaron, como forma de supervivencia, a usar a su favor su condición de objeto de deseo, para poder ejercer la violencia en lugar de padecerla. También me pregunté al leerla cuánto más ilegítima es la forma en que Doña Bárbara adquirió sus posesiones que la de los Luzardo. ¿Acaso la obtención de patrimonio no va siempre ligada a desposesiones, conquistas y violencia?

Por último, el paisaje es un personaje más en esta novela. La descripción de los Llanos, el Orinoco, la fauna y la flora es minuciosa, poética y evocativa. Es un canto a la tierra, pero también esa tierra aparece ligada a lo sublime, bella pero amenazante: “La llanura es bella y terrible a la vez; en ella caben, holgadamente, hermosa vida y muerte atroz”. Mejor domesticarla. Lo mismo podría decirse del ganado, los caballos y las mujeres. Santos Luzardo educa y civiliza a su prima Marisela viendo en ella “una personificación de la raza, abierta, como el paisaje, a toda acción mejoradora”, y ese proceso aparece yuxtapuesto a la doma de una potranca a cargo de uno de sus peones 🤢. Es una novela para pensar y debatir, con muchos rasgos polémicos a la luz de los resultados del proceso civilizatorio que tanto promocionaban los Gallegos y Sarmientos y que tanta violencia e inequidad trajo aparejado, pero escrita con una pluma incuestionablemente brillante.
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