Estábamos solos, solos con la ballena, con aquella gelatina inexplicable en la que la nada adquiría colores tan suaves, y, desde ese momento, de común acuerdo y sin necesidad de palabra alguna, abrazamos su causa.
|
Estábamos solos, solos con la ballena, con aquella gelatina inexplicable en la que la nada adquiría colores tan suaves, y, desde ese momento, de común acuerdo y sin necesidad de palabra alguna, abrazamos su causa.
|
¿En qué año se publicó?