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En febrero de 1955 el destructor A. R. C. Caldas se encontraba de regreso a Cartagena luego de haber pasado algunos meses en Estados Unidos donde había sido sometido a reparaciones. El día 28 del mes a causa de una ola —y no de una tormenta como el gobierno de Rojas Pinilla dijo originalmente— ocho tripulantes cayeron al mar y en medio de la confusión y tensión propia del momento solo Luis Alejandro Velasco logró abordar el bote salvavidas, sobrevivir 10 días en el mar y finalmente volver a tierra sano y salvo para contar su historia y convertirse en el héroe nacional de turno. Esta es la crónica que un tiempo después fue publicada primero por entregas en El Espectador ese mismo año y que luego en 1970 tomó la forma de libro que conocemos. Con este libro conocí al Gabo reportero, pues que recuerde es la primera vez que leo algún escrito de él que no sea alguna de sus novelas o sus cuentos. La historia procede de aquella época en la cual Gabo aún no era el afamado novelista que todos conocemos, sino de cuando comenzaba a hacer su camino como reportero de algunos de los periódicos más importantes, primero en la costa del Caribe y luego en Bogotá. Para la escritura de esta crónica, Gabo tuvo 120 horas de entrevista con Velasco prestando especial atención a los detalles, a si este se contradecía y a lo que pudiera ser relevante para el momento, cuando ya todo el país había escuchado una u otra versión de la historia. Con esta entrevista construyó cada uno de las entregas que fueron publicadas en el periódico. Esto me parece impresionante, pues deja muy clara la profesionalidad de Gabo en su faceta de periodista, sobre todo ante un reto como lo era contar esta historia: habían pasado bastantes días ya, se habían hecho muchas declaraciones al respecto y la versión oficial ocultaba un poco los hechos de ese día en la nave. Aunque la voz en el libro es la de Velasco, pues obviamente es el único personaje que estuvo a la deriva en la balsa por 10 días, el estilo de Gabo se logra reconocer de forma indiscutible. Las descripciones que hace, las figuras literarias que usa no son ajenas a su obra, pues son de un estilo muy marcado, muy propio de él y que no tardaría en plasmarlos en sus novelas. Es un relato que logra transmitir desespero, angustia, desesperanza, emoción y hasta tranquilidad. Todo esto en cada uno de los momentos cumbres del relato y gracias —en la justa medida— al decoro que tuvo Gabo al escribirlo. Si bien son de épocas y géneros muy diferentes, esta crónica me recordó un poco a Crónica de una muerte anunciada: En ambos casos el final de la historia es inminente, es obvio; pero uno no se quiere perder detalle alguno de cómo sucedieron las cosas. Si bien es un relato que todo el tiempo está en primera persona, nunca se hace monótono ni repetitivo, cada día tiene sus propios avatares y suponen un reto para el cada vez más desgastado náufrago. Esta es la obra periodística más famosa de Gabo, de las cuales también están La aventura de Miguel Littín clandestino en Chile y Noticia de un secuestro. Acá fue donde Gabo se descubrió como un narrador, donde descubrió sus cualidades y la potencia de su voz. Si quieren comenzar a leer a Gabo, creo que este es un buen punto de inicio. |
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