Black Metal: y otros relatos de terror

De nuevo, Nicolás Francis vuelve a impactarnos con una obra de terror asombrosa, una nueva antología de relatos que nos demuestra su dominio del género y una prolífica imaginación que seguro nos ofrecerá muchas sorpresas en el futuro. Aunque todos los relatos tienen argumentos muy diferentes, ya es patente un sello del autor en todos ellos, haciendo gala además de una narrativa excelente que puede hacer que queramos dosificar las historias que nos presenta; aunque reconozco que, en mi caso, todo ha quedado en un propósito y no pude evitar leer compulsivamente. “Black Metal” además nos aporta un hilo conductor especialmente potente para contextualizar toda la antología, un relato en sí mismo que genera mucha tensión y cuya resolución me ha parecido de lo más intrigante.

Es espectacular cómo el autor juega con tantos tipos de terror diferentes, con ambientaciones muy variadas; sin embargo, sí que podemos identificar un nexo en común y es que en todos ellos se nos presenta algún elemento sobrenatural muy inquietante. Reconozco que incluso los más sobrios, sin grandes artificios, como “Máscaras de piel muerta” me han perturbado muchísimo y además incluyen grandes reflexiones que crean esa tensión en el diálogo de los dos protagonistas en un ámbito muy limitado. Otros más introspectivos como “Caracoles en la arena” implosionan con un final que puede dejarnos impactados. La ambientación japonesa de “La corona de la serpiente” es muy efectista y puede recordar vagamente a obras tan escalofriantes como “Ringu” con un resultado especialmente sobresaliente.

Por otro lado, hay que destacar los giros tan inesperados que nos tiene preparados el autor, algo de lo que hace gala “Vengo a ver fantasmas” pero, especialmente, “Hecho de carne”, un relato que tiene todo un imaginario propio, un lore completamente genuino que, si bien funciona como relato a la perfección, podría constituir perfectamente una novela con un gran desarrollo incluso por la manera en que comienza la trama antes de adentrarnos en la parte más terrorífica. “El títere” acude a lo que considero un lugar común en el imaginario de terror más colectivo, pero haciéndolo suyo de esa manera tan personal. Y, finalmente, valoro como un verdadero acierto culminar la antología con “Aquellos que devoran” casi como una metáfora especialmente inquietante de la labor del escritor de ficción.

Desde luego yo siempre me he declarado una enamorada de esta clase de libros compuestos por historias breves de terror, y ejemplos así me reafirman en mi predilección. Sin embargo, no puedo evitar pensar que algunos de estos relatos podrían tener una continuidad formidable y me encantaría llegar a leer algún día una novela extensa del autor.