Una columna de fuego

Ante todo es de justicia señalar que de nuevo Ken Follett nos ofrece una lección magistral de entretenimiento con sus novelas consiguiendo que las casi mil páginas del ejemplar que nos ocupa se nos antojen hasta escasas. Nos encontramos ante el tercer tomo de la saga que comenzó con Los Pilares de la Tierra; en este caso ambientado entre finales del siglo XVI y principios del XVII. El título Una columna de fuego, hace referencia a las pugnas entre la religión católica y el reformismo que plagaron la época y que en muchas ocasiones, como tristemente sabemos, terminaban en la hoguera. Además en su sinopsis se nos presenta como un thriller histórico de espionaje, algo que me llamó especialmente la atención dado el giro de la saga y la especialidad del autor en esta materia.

En esta ocasión el personaje más destacado es Ned Willard, un hombre nacido en una familia de pudientes comerciantes aficandos en la ya conocida Kingsbridge. Sus azarosas vivencias le llevarán a servir en la corte de la reina Isabel I de Inglaterra en pos de un país con una mayor tolerancia religiosa. No obstante, como las anteriores entregas, rodearán a Ned una serie de personajes con tramas entremezcladas que la convertirán en prácticamente una novela coral. Nos moveremos por las tierras de la Inglaterra de Isabel I, la Francia de Catalina de Médici, la Escocia de María Estuardo y Jacobo VI y por supuesto el Imperio de Felipe II. Los avatares y juegos de poder de los grandes personajes políticos de la época también serán analizados con detenimiento a lo largo del libro conduciendo todo el hilo argumental del mismo.

Precisamente este último aspecto es para mi el mayor inconveniente de la obra. A diferencia de lo que ocurría en los dos anteriores, en este caso considero que hay demasiada historia política conocida que llega a hacer predecible el desarrollo (¿quién no conoce la suerte de María Estuardo o el destino de la desventurada "Armada Invencible"?) y los grandes reyes ocupan un lugar demasiado destacado en la trama. Así como en los anteriores seguíamos las vivencias de personajes anónimos y, en ocasiones, se nos narraba el marco histórico en el que se inscribían; en este caso es al revés y los personajes ficticios parecen ocupar solo un segundo planto respecto a los hechos históricos ya conocidos. Además de ello, Kingsbridge aparece de una manera puramente testimonial y nada tenemos ya de esas descripciones arquitectónicas tan representativas de los dos primeros libros.

Sí que contamos de nuevo con la pareja de desdichados amantes cuya historia plagada de obstáculos durante el argumento parece haberse convertido en el verdadero nexo de unión de toda la saga (solo que en este caso tienen menos carisma y su historia pierde en emotividad). Por otra parte es evidente que elementos que fueron característicos como el sexo y la violencia, también han perdido fuerza en esta novela. Además de ello, me parece reseñable que poco encontramos de thriller de espionaje en tanto en cuanto sabemos perfectamente cómo se va a resolver la trama histórica que no deja de ser la principal. Por supuesto de nuevo es muy meritorio el trabajo de Follett y reitero que el libro sigue siendo muy entretenido pero no he dejado de tener la sensación de que en este en concreto nos ha trampeado un poco. ¿Será que las comparaciones son odiosas y el listón estaba demasiado alto?