Perdida

"Hay una diferencia entre querer de verdad a una persona y querer la idea que te has hecho de ella."

Perdida (Gone Girl) de Gillian Flynn fue una de esas agradables sorpresas literarias que nos encuentran dispuestos de absoluto desconocimiento, previendo otro bestseller para matar unos ociosos días de verano o tormentosos de invierno, pero que esconde una construcción impecable y distintas vertientes o voces narrativas que es imposible separarse de ellas. Y antes de que Fincher la llevara a la gran pantalla de una forma notable, dicho sea de paso.

Flynn se apoya en recursos eminentemente literarios del thriller costumbrista para contar la historia de un matrimonio que usará sus propias imágenes públicamente como armas arrojadizas. Aquí es donde deriva un relato inteligente que apunta al victimismo automodelado, las inocuas malinterpretaciones de los medios de comunicación y el tratamiento que hacen de esas "apacibles" imágenes transformadas en prisiones mediáticas.

La historia es como una Matrioshka, jugando a quitar capas exteriores para resurgir con otras igual de ácidas y turbias en la autodestrucción personal que vivimos en directo. Aunque es un thriller policíaco, no es una novela de detectives al uso, el resorte narrativo lo dirige el matrimonio en dos senderos: la búsqueda de Amy y a su vez seguimos la comprometida disección de Nick a cada nuevo noticia. Me gustan muchos esos capítulos reflexivos en su bar con su hermana, como un confesionario repleto de alcohol.

Perdida es un acierto del thriller policial o el melodrama de suspense, para amantes de los giros argumentales endiablados, es perversa y malintencionada, a la vez que una caja de sorpresas con un empaque sólido, posiblemente rebajado en ciertas paradojas finales. La novela de Flynn merece la pena, sus reflexiones sobre la degradación de la pareja, la cara que mostramos en público y la manipulación de los medios de esas expresiones nos harán recapacitar y, al mismo tiempo, disfrutar de una buena lectura.