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Crítica de Paloma


Paloma
26 January 2022
Leí Madame Bovary por primera vez en mi adolescencia, en la época en la que por alguna extraña razón quería leer los clásicos más importantes de la literatura mundial. A los 15 años, la novela de Flaubert me dejó una sensación ambigua, hasta incómoda, porque no me impresionó ni me fascinó. A decir verdad, Emma Bovary me cayó mal y, con la franqueza de la juventud, asumí que Carlos, su esposo, era un mamarracho.

Pasaron los años y entre los libros que quería releer se encontraba éste, pues por todos lados es referido, parte del cánon de la literatura mundial y una obra que ha sido estudiada hasta el cansancio. ¿Quizá había pasado algo por alto en aquella primera lectura de juventud? La realidad es que la historia no me pareció mala, pero tampoco -de lo que recordaba- encontré elementos que hubieran causado una impresión duradera en mi experiencia lectora, como por ejemplo "Crimen y Castigo" o "Cumbres Borrascosas".

Con esto en mente fue que releí Madame Bovary y ante mi sorpresa e incluso temor, he de confesar que nada cambió de mis primeras impresiones: la novela me sigue pareciendo normal, bien escrita, pero hasta ahí. Lo último que quiero es polemizar con una opinión impopular, ya que la realidad es que no tengo nada en contra de la historia; creo, simplemente, que es el caso de que "no es el libro, soy yo". En pocas palabras, esta historia no es para mí.

Emma Bovary, todo un referente de la literatura, me parece algo molesta e inmadura. Entiendo su situación -y la situación de las mujeres de la época, atrapadas en matrimonios sin amor- pero lo que no termino de comprender bien es por qué ese desprecio a Carlos cuando ella decidió casarse de forma voluntaria. Nadie la obligó y de hecho, en un inicio, sentía una ligera atracción hacia él. Pensó que podría ser feliz. Es hasta que se da cuenta de lo "normal" que será su vida, de lo ordinario que es su esposo que empieza amargarse la existencia. Entiendo la desesperación del personaje pero también me pareció que Emma actuaba de forma caprichosa y desdeñando el impacto que sus acciones tendrían sobre otros. En mi opinión, nadie intento hacerle daño a propósito, nadie la humilló, y tenía una situación privilegiada para su época, pero ella misma comenzó a tejer situaciones que la llevaron a la desesperación. Con ello, me pareció difícil creer incluso en los enamoramientos de Emma, y creo que únicamente pensaba en sí. Lo cual no es malo pero, sin duda, no contribuyeron a que pudiera empatizar con el personaje.

Por otra parte, hubo partes de la historia que si bien se me hicieron interesantes, en ocasiones me pareció que alargaban innecesariamente la novela. Esto es sin duda una cuestión de gustos y lo que es innegable es que Flaubert retrata escenas muy íntimas de la vida de la Francia rural del siglo XIX y son estampas valiosísimas, llenas de detalles y anécdotas que nos llegan hasta este siglo. Una de las escenas que me impresionó mucho fue cuando Carlos decide operar a un hombre para arreglar su cojera y la operación termina en un desastre por la infección.

No puedo evitar sentir que hay algo que no estoy captando de este clásico pero también sé que hay lectores para cada historia y que desafortnadamente, en este caso no hubo esa conexión. No obstante, entre mis proyectos se encuentra explorar Madame Bovary a través de otros autores y entre mis pendientes se encuentra precisamente un libro de Vargas Llosa: La orgía perpetua. Quizá ahí pueda descubrir otros aspectos de la obra que no he encontrado en mis dos lecturas.
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