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Me resulta asombroso (ya sé: no debería, pero así soy yo) lo distinta que es esta relectura de la primera vez, en algún momento del siglo pasado, en que me encontré con esta firme contendiente a La Gran Novela Americana. La admiración por El gran Gatsby va cocinándose a fuego lento, distraído a veces por los fuegos artificiales de sus desconcertantes imágenes que destellan a través de la narración de un apasionamiento tal vez banal, dramático sin duda e irremisiblemente trágico. Ahí estamos todos, los perseguidos, los perseguidores, los activos, los cansados. Un hombre que va dejando de ser joven mientras pasea entre fiestas y confidencias, entre la fascinación y la repulsa, entre el hombre hecho a sí mismo (y que siempre anhela Más) y dos matrimonios terriblemente antitéticos. Yo sólo pido que, al pasar la última página, cierres los ojos unos momentos y rememores, como Nick, esta Leyenda. "He smiled understandingly—much more than understandingly. It was one of those rare smiles with a quality of eternal reassurance in it, that you may come across four or five times in life. It faced—or seemed to face—the whole eternal world for an instant, and then concentrated on you with an irresistible prejudice in your favor. It understood you just so far as you wanted to be understood, believed in you as you would like to believe in yourself, and assured you that it had precisely the impression of you that, at your best, you hoped to convey. " "Gatsby believed in the green light, the orgastic future that year by year recedes before us. It eluded us then, but that's no matter—tomorrow we will run faster, stretch out our arms farther. . . . And one fine morning— So we beat on, boats against the current, borne back ceaselessly into the past." |
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