No hay nada concreto con que podamos identificar la muerte, pues al no tener experiencia de ella no podemos saber lo que es. Es una amenaza omniabarcante porque acecha desde todos los ángulos.
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No hay nada concreto con que podamos identificar la muerte, pues al no tener experiencia de ella no podemos saber lo que es. Es una amenaza omniabarcante porque acecha desde todos los ángulos.
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La voluntad de vivir está antes de la voluntad de morir, y la vida es querida demoníacamente, así como la muerte es temida demoníacamente. [...] El ser humano (a diferencia del resto de animales) conoce la muerte, y sabe qué significado tiene [...] Así, la muerte se odia con toda el alma, y basta con mencionarla para que el corazón de la mayoría se estremezca angustiosamente, y el temor a la muerte se convierta en angustia moral y desesperación, cuando los hombres miran fijamente a los ojos de la muerte; en cambio, la vida es amada con pasión.
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La promesa de una existencia eterna es la muerte en vida, según Nietzsche; por el contrario, la vida concebida como un único instante se convierte, paradójicamente, en el símbolo del círculo eterno.
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Así, el más terrorífico de los males, la muerte, no es nada en relación a nosotros, porque, cuando nosotros somos, la muerte no está presente, y cuando la muerte está presente, nosotros no somos más. Ella no está, pues, en relación ni con los vivos ni con los muertos, porque para unos no es, y los otros ya no son.
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Porque una cosa está clara: ante la muerte el pensamiento se crece.
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Son considerados los padres de la filosofía occidental: