Respirantes, Humanos, los que, innumerables, cocéis incesantes el aire del mundo, pedido sin tregua en vuestros pechos, y lo elevan vuestras bocas eternamente abiertas a un cielo eterno, seres del latido y la voz que se alegra o se ahoga, que pida, quizá todos los días, el cesar y la eternización altamente, hay belleza para darnos toda intelección del Misterio, y para parar todo el dolor. Mas ¿dónde está? ¿En el Arte, en la Conducta, en la Intelección, en la Pasión?
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