Al cerrar la puerta, tuvo la impresión de que cerraba la tapa de su propio ataúd de pino.
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Al cerrar la puerta, tuvo la impresión de que cerraba la tapa de su propio ataúd de pino.
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Tienes tantos demonios dentro, querida.. [...] Han encontrado el camino para entrar.
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La mesa estaba puesta con un gusto exquisito, una costumbre que a la señora March le habia inculcado su madre a fuerza de repetirle una y otra vez que un matrimonio sano se construía de fuera hacia dentro, y no al revés.
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La culpa era cosa de valientes. La negación era para el resto
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Hay que saber buscar tiempo para hacer las cosas importantes.
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Se merecia tomarse más en serio a sí misma, valorarse más. Al fin y al cabo, ¿alguna vez se había traicionado?
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Llamaron a la puerta con los nudillos, interrumpiendo el final de la canción. La fiesta estaba a punto de empezar
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El reloj de pie del recibidor hacía ruiditos de desaprobación, como una especie de juez victoriano con peluca que chascara la lengua; al dar las horas, parecía que el juez agitase la campana de la entrada del tribunal para proclamar la culpabilidad de la señora March.
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Siempre había envidiado aquella relación tan íntima que George tenía con los libros: cómo los tocaba, garabateaba en ellos, los doblaba, arrugaba las páginas sin ningún reparo. Daba la impresión de que los conocía completamente, y de que hallaba en ellos algo que ella no encontraba por mucho que lo intentase.
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(...)la señora March tuvo un hijo. Se alegró de que fuese niño, pues así no se vería condenada a presenciar cómo su juventud se reflejaba, pura y sin marchitar, en una niña.
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Gregorio Samsa es un ...