El conflicto «no es una guerra civil, sino mucho más, es una lucha (...) entre la civilización cristiana y la barbarie; entre el divino Jesús y el judío Carlos Marx»
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El conflicto «no es una guerra civil, sino mucho más, es una lucha (...) entre la civilización cristiana y la barbarie; entre el divino Jesús y el judío Carlos Marx»
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La guerra es, pues, como un plebiscito armado. [...]la contienda cívico-militar, en la lucha cruenta de un pueblo partido en dos tendencias: la espiritual, del lado de los sublevados, que salió a la defensa del orden, la paz social, la civilzación tradicional y la patria, y muy ostensiblemente, en un gran sector, para la defensa de la religión; y de la otra parte, la materialista, llámese marxista, comunista o anarquista, que quiso sustituir la vieja civilización de España, con todos sus factores, por la novísima «civilización» de los soviets rusos.
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A Teresa [de Jesús] se le atribuye una de las más tranquilizadoras proyecciones masculinas: el obrar silencioso de las mujeres
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Desde su sillar, el Caudillo, escoltado por tres carlistas y tres falangistas, asiste al desfile de los consejeros al son de las trombas y de los tambores, inaugurando aquel mimetismo de la realeza que ostentará durante muchos años como emblema de su poder absoluto.
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La ceremonia inaugura una estrategia ritual que explicita la contigüidad entre Estado e Iglesia, emblemetizando la dimensión nacionalcatólica del régimen.
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