Piel de deriva

La única certeza sobre este lugar es que hay que dejarlo atrás.

Y es que las palabras no siempre son necesarias, a veces basta con saber mirar.

Y qué curioso es cómo cambian las cosas según desde dónde se miren. Cómo el que no espera encontrar no encuentra nunca nada, por más que lo tenga ante sus ojos. Cómo manipulamos la cabeza para reafirmarnos en lo que queremos creer, en lo queremos ver.

Hoy ya no queda nada de todo eso. Solo la certeza de que hay que seguir. Que el único camino es hacia adelante. Que tienen que salir de aquí, de este lugar donde nadie debería estar. Donde los días son como mordiscos en una sensación casi sólida de espera.

Como si el que se lanza al mar en una patera improbable no hubiera barajado antes cualquier otra opción; como si no fueran todos plenamente conscientes de que se estaban jugando la vida; como si fuera todo una decisión tomada tras un ejercicio frívolo de escoger opciones. Como si las hubiera.

Hoy ya no queda nada de todo eso. Solo la certeza de que hay que seguir. Que el único camino es hacia delante. Que tienen que salir de aquí, de este lugar donde nadie debiera estar. Donde los días son como mordiscos en una sensación casi sólida de espera.