Nuestra parte de noche

¿Cómo de podría condensar en una pequeña reseña las numerosas virtudes que encierra un libro como este? ¿Cómo puede uno defender un libro tan complejo, exigente, arriesgado, y valiente como Nuestra parte de noche sin que lo etiqueten a uno de exagerado y pedante por defenderlo? ¡Que esta historia ocupa casi setecientas páginas! Un auténtico mundo por delante cuando, encima, ves el tamaño de la letra y la forma tan compleja en la que está narrado. ¡Qué es que no encontramos a una historia de personajes despreciables que te escandalizan por su comportamiento! Que al final la trama en sí no deja de ser una sucesión de hechos a lo largo del tiempo que, encima, tienes que unirlos tú para darle sentido.
No puedo hacerlo sin ruborizarme. Pero es que aun sigo completamente abrumado por esta historia. Y eso que más de una vez te dan ganas de coger el libro y mandarlo al cajón de las decepciones. O prenderle fuego directamente. Sus historias no van a ningún lado. Te mueven de un lado a otro sin que puedas pararte a reflexionar, te intoxican, te atormentan con imágenes que se quedarán grabadas en tu memoria. Y aún así, no puedes dejar de leerlo porque tu cabeza empieza a unirlo todo y a enviarte destellos de un horror que sobrepasa en mucho a todo aquello que habías imaginado. Esta historia no se acaba al cerrar el libro. Te acompaña y te agarra del brazo cuando menos lo esperas, en la oscuridad de tu habitación como a cualquiera de sus personajes.
Y es que no deja de ser la historia de tres personajes de una familia que esconden secretos y miedos en medio de un universo asfixiante de unos clanes familiares terroríficos. La historia de Juan y Gaspar, y en menor medida la de Rosario, nos presenta a unos seres absolutamente destrozados por la responsabilidad, por los remordimientos y por el miedo. Son seres despreciables unidos por los secretos que se esconden tras todo tipo de puertas. Seres que se sienten instrumentos más que personas y que, como tales, son prescindibles. Seres cuya mera existencia arrastra consigo miedo y dolor y cuya única vía de escape que tienen a todo eso que les rodea es el amor. Un amor que los hace débiles.
A su alrededor todo un mundo de oscuridad, llena de devotos capaces de cometer todo tipo de tropelías para alcanzar sus fines. Y Mariana Enríquez no se va a contener a la hora de describir ese tipo de vejaciones. Hay pasajes de la novela que son duros de leer, crueles, llenos de imágenes perturbadoras e inquietantes que cuesta quitarse de la cabeza. Cualquiera que haya leído el libro sabrá a las que me refiero con total seguridad. Pero es que, lo que realmente aterra en la novela, es que todas esas imágenes son meros pasajes que se insinúan con una asepsia repugnante. Los miembros de esta sociedad de clases, es que mira que hay temas que tratan la novela, saben de su impunidad y de su protección, por lo que hablan y actúan sin ningún aprecio por la vida de los que le rodean, destapando los centenares de secretos familiares como si fuesen simples anécdotas, aunque se esté hablando de la más cruel de las torturas a sus seres queridos.
Y en el fondo de todo esto, en medio de una lectura llena de actos salvajes, crueles, despiadados y perturbadores, una firme apuesta por el amor y por el sacrificio que supone ese sentimiento. Toda una apuesta de fe. ¿Qué es lo que estás dispuesto a sacrificar por amor? Leer esta historia es retorcer tus entrañas ante los actos de esos personajes que te indignarán en más de una ocasión. Los vas a odiar como pocas veces odias a los fantasmas de una historia. Pero, lo peor de todo, es que cuando termines esta historia, cuando tengas todas las piezas del puzzle montadas en tu cabeza, te preguntarás si tú no harías lo mismo.
Nuestra parte de noche es un libro rotundo y maravilloso que me ha costado horrores terminarlo. Una novela de contrastes que pasará a ocupar uno de los puestos de honor entre las mejores novelas de terror que he leído.