Las cosas que perdimos en el fuego

En mi anterior aventura con esta señora — Los peligros de fumar en la cama — comentaba que algo había en sus relatos que me inclinaba a no descartarla del todo. Bien, pues tras esta nueva oportunidad doy por terminados mis encuentros con Mariana Enríquez: definitivamente, no me convence.

He encontrado los mismos defectos y los mismos aciertos que en el anterior y nuevamente los segundos no compensan ni de lejos a los primeros. Mariana Enríquez trata sus cuentos como denuncias de situaciones de todo tipo, la precariedad de la vida de los sintecho, las desigualdades económicas, la drogadicción o el fanatismo religioso o la superstición como salida inútil de la marginalidad de cualquier tipo, la represión, los asesinatos, las torturas, las desapariciones de la dictadura, los problemas mentales, la violencia machista, etc. etc, realidades todas francamente censurables. Todo esto está muy bien, hasta el tono misterioso o fantástico o sobrenatural le da un no sé qué que atrae, pero está todo tan mal acabado que al final todo el relato se desmorona dejándome indiferente.