Los años rotos

El paso del tiempo se hace notar cuando sos adulto, en la vorágine de la niñez y la adolescencia uno no le presta demasiada atención. Uno da por sentado muchas cosas.

Todas las mujeres que me rodeaban eran personas de las que estaba muy orgulloso y no veía el porqué de tanto menosprecio.

Rara vez pedía permiso. Era una mujer independiente sólo en las calles. Cuando llegaba a casa se sacaba ese uniforme de mujer maravilla y lo colgaba en el perchero para luego ponerse el de madre, esposa y ama de casa.

Mi familia cometía el error de creer que los niños no notaban la ausencia de las cosas o de las personas.

Hoy en día, cuando siento que las presiones y el estrés laboral me agotan el cerebro, dejo todo lo que estoy haciendo, por más importante que sea, y me siento media hora en el patio sin más compañía que la de Nelly —mi perra—, rememorando aquellos años y esas costumbres tan “de pueblo” de las que no me puedo desprender.