Dios, era perfecto. Hasta que sonrió...
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Dios, era perfecto. Hasta que sonrió...
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Le susurré: - Yo también te quiero. Hans agarró más fuerte de las nalgas y se enterró en mi todo lo que pudo, pegando la frente a la mía: - Te quiero. Lo dijo con más fuerza e insistencia y determinación que antes sus palabras resonaron en mi. |
¿Qué objetousaron como traslador en el Mundial de Quidditch?