Azúcar quemado

Es una obra con grandes frases. La apertura es bestial: “Mentiría si dijera que nunca he sentido placer cuando a mi madre le ocurre una desgracia”.
En el medio: “Un día mezclé todos los sentimientos con la comida y me los tragué sin masticar (…) A veces siento a esa niña coronando en el fondo de mi garganta, tratando de salir por cualquier orificio disponible. Pero me la trago hasta la próxima vez que quiera volver a nacer”.
Al final: “Cuando ve que la estoy observando sonríe abriendo mucho la boca (…) sigo pensando en ella, en qué es lo que hay que hacer para conservar esa sonrisa”.
Una novela cuidada y de un tema desagradable, de un tema que raramente vemos expresado en literatura, pero sí en la vida, las relaciones difíciles entre madre e hija. Las dos compiten por el mismo espacio, por la libertad, incluso por el amor y en esa competición hay tanto de incomprensión como de cariño porque no podemos dejar de ver a Tara como una mujer valiente con un vida difícil, y a la vez, a Antara como una buena hija, preocupada por su madre y cuidándola pese a creer que su madre a ella no la cuidaba. Hay mucho resentimiento y rabia en las palabras de Antara, pero también hay comprensión de lo contrario jamás entenderíamos a Tara.
No obstante, la relación madre-hija no es la única con dificultades. Hay dudas similares planeando sobre el matrimonio entre Dilip y Antara, también en el triángulo amoroso entre Reza y las dos mujeres. Sabemos también que Abu tampoco entendía a Tara. Y Antara, al final, sufre las dificultades del cambio de rol de hija a madre ella misma. Ninguna relación es ideal, ninguna es gratuita, pero todas ellas son auténticas.
Al mismo tiempo tenemos el contexto sensorial de la India, donde nos vemos bombardeados por colores, sabores, ruidos y olores. Me gustó mucho que Antara fuese artista y las alusiones al arte son muy interesantes. Una artista que dibuja siempre a la misma persona; un hombre que pinta poemas en las paredes por donde pasa. Personajes que llaman la profesión del artista un hobby.
El final nos deja instalados en ese conflicto no resuelto entre Abu, Tara y Antara y, por qué no, Annika, la suegra, en la duda razonable sobre si la madre está perdiendo facultades o finge estarlo. Si no será la hija la que está perdiendo facultades.
Por último, la autora hace algo muy interesante y es que los hombres que están presentes lo hacen de forma instrumental, no como seres enteros. El foco está en el gineceo. Es un libro de mujeres, que son los personajes con pensamiento propio, con conflictos suyos y no interpretados o filtrados por otras personas.