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Los poemas seleccionados en esta edición se centran en el aspecto más personal de la autora. Si bien la autora de por sí era una persona reservada que poco a poco se recluyó en su habitación para olvidarse del mundo, en estos poemas se aprecia de mejor manera ese sentimiento no sólo de evitación, sino también el contacto que tenía Emily con la naturaleza, poemas como el 404 o el 354 constan de un patetismo tan grande que no pude evitar soltar un gemido de tristeza. Otra cosa maravillosa de este poemario es que realmente el aspecto de la naturaleza está vivo y presente en todo momento, ora como alegoría, ora como prosopopeya, ora como elemento poético: la naturaleza aparece como ese ser que nos salva o que padece a nuestro lado, mas nunca como el causante del daño, lo cual muestra esta comunión que sólo Dickinson pudo obtener con ella a su manera, simplemente precioso. Sobre las ilustraciones, sólo puedo decir que son preciosas, pocas veces había visto algo que fuera tan acordé con la obra y siento que es simplemente hermoso como se representan algunos poemas con estas imágenes, todo un deleite para la vista. |
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