Esa novela lo tenía todo para enamorarme: un título sugerente, una portada preciosa y una sinopsis que invita a su lectura. Además, recibí la efusiva recomendación de familiares y amigos para que la leyera. "Aitor, te va a encantar", "no vas a poder parar de leer" me decían unos y otros. Y yo les creí. Les creí tanto que los capítulos fueron pasando sin pena ni gloria. Me quería autoconvencer: "ahora es cuando arranca, ya verás", pero la historia me estaba dejando una sensación de "está bien, pero no es para tanto". "Quizá la cosa se anime al final", pero tampoco. le puse el listón tan alto que se me quedó una sensación agridulce... pero sin azúcar.
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