Con todo, he admitido antes muchas cosas como absolutamente ciertas y manifiestas que, sin embargo, hallé más adelante ser falsas.
|
Con todo, he admitido antes muchas cosas como absolutamente ciertas y manifiestas que, sin embargo, hallé más adelante ser falsas.
|
De suerte que, habiéndolo pensado bien y habiendo examinado cuidadosamente todo, hay que concluir por último y tener por constante que la proposición siguiente: «yo soy, yo existo», es necesariamente verdadera, mientras la estoy pronunciando o concibiendo en mi espíritu
|
Todo lo que he tenido hasta hoy por más verdadero y seguro, lo he aprendido de los sentidos o por los sentidos: ahora bien: he experimentado varias veces que los sentidos son engañosos, y es prudente no fiarse nunca por completo de quienes nos han engañado una vez.
|
Hace ya mucho tiempo que me he dado cuenta de que, desde mi niñez, he admitido como verdaderas una porción de opiniones falsas, y que todo lo que después he ido edificando sobre tan endebles principios no puede ser sino muy dudoso e incierto.
|
Toda percepción clara y definida es algo sin duda alguna, y por lo tanto no recibe su ser de la nada, sino que tiene necesariamente a Dios como autor, a Dios, repito, aquel ser perfecto en grado sumo, a quien repugna ser falaz; y, por lo tanto, es verdadera. |
¿De dónde nacen, pues, mis errores? Del hecho solamente de que, siendo más amplia la voluntad que el intelecto, no la retengo dentro de ciertos límites, sino que la aplico aun a lo que no concibo, y, siendo indiferente a ello, se desvía fácilmente de lo verdadero y lo bueno; de esta manera me equivoco y peco. |
A continuación, experimento que hay en mí una cierta facultad de juzgar, que he recibido ciertamente de Dios, como todas las demás cosas que hay en mí; y puesto que Aquél no quiere que yo me equivoque, no me ha dado evidentemente una facultad tal que me pueda equivocar jamás mientras haga uso de ella con rectitud. |
Cuando me doy cuenta de que yo dudo, o de que soy una cosa incompleta y dependiente, de tal manera se me presenta clara y definida la idea de un ser independiente y completo, es decir, de Dios, y del hecho de que exista esa idea en mí concluyo de tal modo manifiestamente que Dios también existe, y que dependo de Él en cada instante toda mi existencia, que creo que nada puede conocer la inteligencia humana más evidente ni más cierto. |
Supongamos que Dios no existe. ¿Soy yo mismo el responsable de mi existir? Obviamente, no. |
Siempre que me viene a la mente la opinión expresada antes sobre la suprema omnipotencia de Dios, me veo obligado a confesar que, siempre que quiera, le es fácil conseguir que me equivoque, aun en aquello que creo divisar de modo evidentísimo con los ojos del entendimiento.
|
Son considerados los padres de la filosofía occidental: