Me ha pasado una cosa curiosa con el libro, y es que, hasta que no iba por la mitad, no leí las solapas donde pone que «La senda de los abrazos abandonados» son las memorias del autor. Sabiendo que lo que cuenta es real, algo hizo clic y continúe leyendo con otra perspectiva. Porque, primero, cosas que quizá no llegaba a entender cuando eran meros «personajes» (como que Toni, el prota, llevase enamorado de Adrián desde los diez años) intenté comprenderlas sabiendo que eran ciertas. Sin duda, la primera mitad del libro es mi favorita: conocemos la infancia de Toni, cumplimos con él la mayoría de edad, descubrimos la librería de Manuel, comenzamos a trabajar en ella, nos reencontramos con Adrián y volvemos a verlo a diario. Quieres que el amor de Toni por su mejor amigo sea correspondido y lees y lees y lees con los dedos cruzados por él. Tiene reflexiones interesantes, bonitas, algunas intensas, sobre la vida y el paso del tiempo, sobre la muerte, sobre el amor y la amistad y lo que podría haber sido y no fue y el dejar ir. «Toda la vida se reducía a eso, a terminar en silencio y nada». También, unos personajes alrededor del protagonista muy interesantes, como Liberto, y una ambientación bastante guay y conseguida, como la librería (a mí me da una librería como escenario de una historia y me conquistas) o la discoteca Corner. Como «pega», para mi gusto, el lenguaje es poco natural y algo rebuscado. Entiendo que la historia la cuenta un narrador ya adulto, pero a veces chirría ese estilo cuando está hablando de chavales de dieciocho años. Aun así, soy consciente de que es algo completamente subjetivo, una mera preferencia personal. En resumen, «La senda de los abrazos abandonados» es una historia de autodescubrimiento, de amistad, de libros, de amor; entretenida, con buenos personajes a los que coges cariño y una ambientación tan bien lograda que es fácil trasladarte a esos lugares con Toni y los demás. + Leer más |