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Hay historias que no necesitan mil páginas para emocionarnos. Puede que me llegara más hondo por haber visto en primera persona cómo alguien a quien admiras y adoras va poco a poco desapareciendo, no dejando más que una figura irreconocible, una sombra de lo que fue. Una no puede parar de acordarse, a lo largo de la lectura, de todas las veces que ha querido agradecer algo a alguien, de la importancia de decírselo y del puesto tan relevante que ocupan las palabras y los recuerdos en nuestro ser.
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