Cuando fui a los alrededores de Aranjuez, vi de lejos dos paisanos españoles que acababan de amordazar a un soldado francés, y que lo llevaban a los árboles para ahorcarlo.
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Cuando fui a los alrededores de Aranjuez, vi de lejos dos paisanos españoles que acababan de amordazar a un soldado francés, y que lo llevaban a los árboles para ahorcarlo.
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Los curas decían en voz alta que la inquisición había sido establecida sólo para extranjeros; que sin la inquisición, todos los principios religiosos habrían sido destruidos desde hace tiempo en España, como lo habían sido en Francia desde hace 20 años.
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Nadie se presentaba para llevar a los pies de Napoleón, con los tributos exigidos, esos elogios obsequiosos a la que los otros países lo habían acostumbrado.
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Cuando veían por azar, en nuestras tropas, caballos tomados a la caballería enemiga montados por nuestros húsares, los reconocían mientras caminaban, y se despertaban de su estupor, "Este caballo es español", como si fuera la única causa de nuestro éxito.
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La disciplina fundada sobre el punto de honor militar ha hecho triunfar los ejércitos de nuestros días: pero sólo el patriotismo político o religioso vuelve a las naciones indomables.
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El carácter de los españoles de estas provincias no se parece en nada a la de otras naciones en Europa. Su patriotismo es totalmente religioso como lo era en los antiguos, donde ningún pueblo se dejaba llevar por la desesperación y no se consideraba vencido a pesar de los reveses, mientras conservaban intactos los altares de los dioses protectores.
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Los últimos días del mes de octubre del año 1808, el gran ejército de Alemania vino sucesivamente a reunirse con el ejército francés que el rey José comandaba en España. Fue sólo entonces que escuchamos con asombro de nuestros hermanos de armas, una parte de los eventos de la guerra peninsular, y los detalles de los encuentros infelices que habían forzado a los generales Dupont y Junot a capitular en Andalucía y Portugal, al mariscal Moncey a retirarse de Valencia, y en fin al ejército entero a venir a concentrarse sobre la rivera izquierda del Ebro.
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Nuestras tropas se componían (aparte de franceses) de alemanes, italianos, polacos, suizos, holandeses e incluso de irlandeses y mamelucos.
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El mundo esta partido para ellos (nuestros soldados) en dos partes, la zona feliz donde crecía la viña y la zona detestable donde no la había.
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Creíamos ir a una expedición fácil y de poca duración: vencedores en Alemania, suponíamos que nada nos resistiría a partir de ahora.
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¿Cuál de los siguientes libros fue escrito por Gustave Flaubert?