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Yo no he leído antes a Sylvia. Sí algunos de sus poemas, algunas autoras, como Rosa Montero, me habían acercado a su figura, yo había buscado Información y fotos sobre ella… Me iban entrando las ganas de saber más. Creo que Sylvia es magnética. Una vez que sabes algo de ella… no quieres parar. El ejercicio de recreación y creatividad de Elin para este libro me parece brutal. Además, se ve palpable el trabajo que ha hecho de acercarse y conocer bien a la poeta para brindarnos Euforia. Relata, desde la ficción, el último año con vida de Sylvia. Y desde el inicio y las 10 razones para seguir con vida, supe que me iba a doler. He comenzado a saber de la versión de la poeta más humana. Ella en el embarazo, maternando, amando, deseando, pero también su yo triste, perdido y con rabia… una Sylvia tan intensa. Queriendo a sus hijos a rabiar, esas descripciones de Nicholas siendo bebé, cuando le amamanta, su olor a miel y Frieda a fresas silvestres. He notado como la rompen en mil pedazos y ella intenta rehacerse, reconstruirse, tener su propio imaginario. Había leído sobre el efecto de Ted en Sylvia, y creo que este libro lo reafirma. (Y más si lees sobre el resto de su historial y el final de Assia Wevill. Parece que todo lo que tocaba Ted, lo rompía). Me han parecido dos bombas de relojería a punto de explotar, con momentos tensos cuando se acercaban. También se intuye el efecto de su madre sobre ella y la ausencia de su padre. Para él hay palabras muy bonitas. Son sus heridas abiertas. Transmite una fragilidad que me es dolorosa. He sentido que tenía tantos vacíos y que no daba con nadie para poder transitar acompañada tanto que tenía guardado… hasta aquel 11 de febrero de 1963. He encontrado cierta conexión entre Annie Ernaux con “la mujer helada” y Sylvia. Ambas sacrificaron parte de su carrera con la maternidad, por lo que se esperaba de ellas, por lo cuidados, porque no hubo corresponsabilidad ni acompañamiento cuando más lo necesitaron. Esa sed de crear, escribir, salir al mundo cómo artistas mientras ellos no tuvieron que mover ni un solo ápice de su rutina para seguir al pie del cañón. Ahora os entiendo cuando transmitís todo ese magnetismo por Sylvia. Esas ganas de saber qué pasaba, como lo reflejaba ella en su poesía, saber cuánto de autobiográfico tiene la campana de Cristal, tengo todas esas cosas instaladas en mí y preparadas para ir abriendo puertas en el universo Plath. |
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